El Portugal de Salazar


El portugal de Salazar 


António de Oliveira Salazar (Vimieiro, 28 de abril de 1889 – Lisboa, 27 de julio de 1970) fue un dictador portugués. Ejerció comoprimer ministro entre 1932 y 1968 e interinamente la Presidencia de la República en 1951. Fue la cabeza y principal figura del llamado Estado Novo, que abarcó el periodo 1926-1974, si bien el régimen no se consolidó como tal hasta 1933.


Nació en Vimieiro, siendo el único hijo varón de cinco de una modesta familia de campesinos, en 1905 entró como seminarista en Viseu; en aquel tiempo era conocido despectivamente como «el hijo de Manholas».[cita requerida] Dándose cuenta de su falta de vocación religiosa e involucrado en el agitado ambiente político que surge en Portugal a raíz del asesinato del rey Carlos I, se mudó a Coímbra para estudiar Derecho (1910). En 1914 obtuvo el título de bachiller en Derecho y en 1916 asistente de Ciencias Económicas. Asumió la regencia de la cátedra de Economía Política y Finanzas en 1917 por invitación del profesor José Alberto dos Reis, antes de doctorarse en 1918.

Durante este período en Coímbra materializa su inclinación por la política en el Centro Académico de la Democracia Cristiana, donde traba algunas amistades, como la del que será después Cardenal Patriarca de Lisboa, Manuel Gonçalves Cerejeira, con quien compartió alojamiento en la República dos Grilos en Coimbra («república» es el nombre informal que se da a las residencias o albergues estudiantiles). Combate el anticlericalismo de la Primera República con artículos de opinión que escribe para periódicos católicos. Acompaña a Cerejeira en palestras y debates. Estudia a Maurras, Le Play y las encíclicas sociales de León XIII y va así consolidando su pensamiento y desarrollándolo en sus artículos. Sus opiniones y contactos en el Centro Académico de la Democracia Cristiana le llevarán en 1921 a presentarse como diputado al Parlamento por la ciudad norteña de Guimarães, en las listas del Centro Católico Portugués. Tras ser elegido, y sin encontrar en ello motivación alguna, regresó a la Universidad pasados exactamente dos días, tal como había prometido a sus amigos. Se mantiene en su cátedra hasta 1926, escribiendo y dando conferencias.

Llegada al poder
Con la crisis económica y la agitación política de la I República, que se prolongó incluso después de la Revolución Portuguesa de 1926, la dictadura militar llama a Salazar en junio de 1926 para asumir la cartera de ministro de Finanzas. Salazar había exigido manos libres para decidir en los asuntos de su negociado; de lo contrario, prometió dejar la cartera y volverse «en el primer tren que saliese para Coímbra». Así fue. Pasados trece días Salazar renuncia al cargo por no habérsele satisfecho las condiciones que consideraba indispensables para su ejercicio y vuelve a su cátedra en la Universidad de Coímbra.

En 1928, tras la elección del presidente António Carmona y en vista del fracaso de su antecesor en conseguir un abultado préstamo externo con vistas al equilibrio de las cuentas públicas, Salazar vuelve a asumir la cartera. De inmediato Oliveira Salazar exigió controlar los gastos e ingresos de todos los ministerios. Satisfecha la exigencia, impuso una fuerte austeridad y riguroso control de las cuentas, consiguiendo un superávit en las finanzas públicas tras el ejercicio económico de 1928-29, y esforzándose en mantener un presupuesto equilibrado, al extremo de recortar severamente los gastos del Estado. «Sé muy bien lo que quiero y a dónde voy», declaró en su toma de posesión.

En la prensa favorable a Salazar, sería muchas veces retratado como salvador de la patria debido a que, tras muchos años de dificultades, la economía portuguesa no sufría de déficit presupuestario desde 1928. Este hecho, considerado una proeza, hizo ganar a Salazar un gran prestigio entre las corrientes de la derecha republicana, de los monárquicos y de los católicos.

Posteriormente, la propaganda y la manipulación política se utilizaron para consolidar su poder, mientras Salazar amenazaba nuevamente con su renuncia en caso de que la derecha portuguesa sugiriese limitar sus poderes. Para esas fechas, la economía portuguesa había dejado atrás el déficit y los gravosos empréstitos contratados en el extranjero, y las fuerzas armadas y la élite financiera apoyaban a Salazar, temiendo sufrir nuevamente el caos financiero de la Primera República Portuguesa. Incluso el presidente de la República, el general Carmona, consultaba a Salazar antes de cada remodelación ministerial.

Mientras la oposición democrática se desvanecía en sucesivas pugnas internas sin éxito, se procuraba dar rumbo a la Revolución Nacional impuesta por la dictadura militar surgida desde 1926. Salazar, rechazando el regreso al parlamentarismo de la República, proporciona la solución: crea la Unión Nacional, un movimiento político nacional (en la práctica un partido único) aglutinador de todos cuantos quisieran servir a la patria.

En 1932, tras la dimisión de varios primeros ministros y ya con una consolidada figura en el gobierno, Salazar asume el cargo de primer ministro de Portugal. Ese año se lanza el proyecto para crear una nueva Constitución, y Salazar llamaría a un grupo de notorios profesores universitarios para crearla, modelando un texto fuertemente autoritario y centrado en los poderes del primer ministro. En 1933 luego de someter a plebiscito la Constitución, ésta se aprueba y entra en vigor, naciendo así el Estado Novo y también el Salazarismo.

Gobierno y Estado Novo
Con la Constitución de 1933, Salazar instituyó y consolidó el Estado Novo, un régimen nacionalista corporativo con amplios poderes conferidos al ejecutivo en el control del Estado. La cuestión del tipo de régimen (monarquía o república) es sutilmente dejada de lado, mientras los cargos de poder eran distribuidos entre las dos corrientes. El régimen adopta una forma muy leve de fascismo basado en el de Benito Mussolini (por esto muchos ni siquiera lo consideran fascista) y afirma los valores nacionales y su defensa, sacrificando la libertad individual en beneficio de lo que se consideraba el interés superior de la Nación.

La guerra civil española
Artículo principal: Guerra Civil Española
Salazar defendía la estabilidad de la vida nacional y temía que la turbulenta situación de España pudiese afectar a Portugal. Intensificó la censura y la acción de la policía política PIDE, Policía Internacional y de Defensa del Estado. Portugal proporcionó al bando sublevado un importante apoyo logístico, permitiendo, por ejemplo, la comunicación entre los ejércitos sublevados del norte y del sur cuando aún no podían establecer contacto por tierra, concediendo libre tránsito a suministros militares destinados al bando nacional, repatriando a refugiados republicanos, y aportando una modesta cantidad de combatientes (los "Viriatos") y armamento para los franquistas.

Tras la llegada del general Francisco Franco al poder, Salazar se ocupó de mantener buenas relaciones diplomáticas con la España franquista, si bien durante la Segunda Guerra Mundial temió por unos meses que Franco, con el apoyo del Tercer Reich, intentara invadir Portugal y anexionarlo a España. A partir de 1945, las relaciones hispano-portuguesas se mantuvieron en un buen nivel, aunque marcadas por la mutua desconfianza personal existente entre los mandatarios de ambos países. A despecho de lo que muchos creen, y de lo que los dos gobernantes declararon a la prensa en innumerables ocasiones, Franco y Salazar no se tenían ninguna simpatía. Franco consideraba al portugués taimado y poco claro; Salazar despreciaba en Franco al espadón sin cultura. A título de curiosidad, las entrevistas entre ambos se celebraban en portugués; Franco se defendía con el gallego lo suficiente como para conversar con su homólogo lusitano.

Salazar y la monarquía
Salazar alimentó él mismo el mito de su "ideal monarquista" al inicio de su gobierno con el fin de obtener el apoyo del sector integrista portugués para el Estado Novo. Pero esto no pasó de ser un juego político del mismo Salazar. Su antimonarquismo ya se había demostrado durante su militancia en el Centro católico, cuando en un congreso en 1922 llamó al centro a aceptar la república sin pensamientos reservados, es decir, aceptar la nueva forma del estado y renunciar a una restauración monárquica. Esto provocó la marcha de varios católicos monárquicos del centro.

Tras la derrota de la monarquía del norte un centenar de oficiales fueron expulsados del ejército portugués, pero el gobierno de António Maria da Silva propuso su restitución. Esto se paralizaría con el golpe de estado que dio origen a la Ditadura Nacional. Salazar diría en un discurso en 1928 que el debate acerca de la forma del estado (monarquía o república) era la última de las prioridades del país. En 1930 el teniente coronel Adriano Strecht de Vasconcelos entrega al presidente de la república Óscar Carmona un documento titulado A Situação Jurídica dos militares afastados do serviço do Exército em 1919 (en español La situación jurídica de los militares apartados del servicio militar en 1919) donde pedía justicia para los afectados. Salazar lo rechazó, impidiendo la restitución de los ex oficiales monárquicos en el ejército.

Tras la muerte de Manuel II en 1932, Salazar empezó la destrucción total del mito de la monarquía, cuando su gobierno se adueña de las antiguas propiedades de la dinastía de Braganza creando la Fundação da Casa de Bragança (Fundación Casa de Braganza).

Veinte años después, en 1951 Salazar dio un discurso en el congreso de la Unión Nacional, en el que dejaba en claro su desprecio por la monarquía, destruyendo las esperanzas sobre una posibilidad de restauración.

El concordato
La cuestión de la indemnización de la Iglesia católica por la nacionalización de sus bienes durante la I República es descartada por Salazar. A pesar de su acción en el Centro Católico y de ser él mismo profundamente católico, la separación de poderes entre el Estado y la Iglesia es un propósito firme del salazarismo. La definición de las relaciones entre el Estado portugués y la Iglesia católica se oficializaría en 1940 por medio de un concordato. La separación Iglesia-Estado supuso el distanciamiento de quien había sido su amigo, el cardenal Cerejeira, al ocupar éste la sede episcopal lisboeta.


Imágenes de Portugal durante al Segunda Guerra mundial


Una sucesión de imágenes que hablan mucho. La 5ta Sinfonía suena de fondo. 

Salazar, el dictador sin huella

Excelente nota del diario El Pais del 24 de Julio de 2014



Hace unos años, la televisión pública portuguesa RTP, al igual que antes habían hecho BBC en Reino Unido y RTF en Francia, buscó al personaje nacional más popular de todos los tiempos. Los británicos se inclinaron por Churchill; los franceses por De Gaulle, en el caso de Portugal no hubo rival. Ni Vasco de Gama ni la fadista Amalia Rodrigues ni siquiera el futbolista Cristiano Ronaldo. El portugués universal por amplísimo margen de votos era el dictador António de Oliveira Salazar.

Este domingo se cumplen 44 años de su muerte, provocada al caerse de una silla, un infortunio tan insulso como la huella que dejó en la memoria de sus ciudadanos, entre quienes no levanta pasiones, ni en un sentido ni en otro. “Si comparamos con España, efectivamente Portugal no tiene Píos Moas ni una derecha antisistema”, explica Filipe Ribeiro de Meneses, biógrafo del dictador. “No hay un antagonismo cerval ni en la calle ni en el mundo académico”.

La ausencia de odios no significa desinterés. El austero dictador, solterón y casero, conserva su tirón como lo prueba que el semanario Expresso reparta durante todo el verano su biografía en fascículos.

Aparte de una hagiografía del ministro Franco Nogueira, hasta 2010 no se había publicado monográfico alguno sobre la vida de Salazar. La obra de Ribeiro de Meneses, profesor de la Universidad de Dublín, tuvo una buena acogida entonces (13.000 ejemplares vendidos a unos 35 euros).

Contemporáneo de los tiranos Mussolini, Hitler y Franco, Salazar (1889-1970) gobernó Portugal de 1932 a 1968, aunque cuatro años antes ya dirigía con mano de hierro el Ministerio de Economía. “Ciertamente si la comparación de la opinión pública es respecto a España o Alemania, Salazar juega a favor”, dice Ribeiro de Meneses. “Aquí no hubo guerra civil, no conquistó el poder como Franco. Hubo represión, sí; pero no dividió al país ni a sus familias con muertos de uno y otro lado”.

El 41% de todos los votos emitidos en aquel programa televisivo de 2007, vísperas de la gran crisis, fueron para Salazar. “José Saramago se quedó patidifuso”, recuerda su viuda Pilar del Río, directora de la fundación del escritor en Lisboa. “Pero entendió que ser el más popular no era necesariamente bueno. Había gobernado casi medio siglo, normal que influyera en la vida de muchas generaciones”.

Al autor de Levantado del suelo y El año de la muerte de Ricardo Reis, novelas donde describe la crueldad del régimen, le chocaron al llegar a España los libros de texto. “Me preguntaba cómo habíamos sobrevivido a esa doctrina del nacional-catolicismo”, recuerda Del Río. “Salazar siempre tuvo clarísima la separación de la Iglesia. No hubo Santa Cruzada en Portugal... existía el divorcio... y eso se sigue notando”.

Entre dictadores, parece —según Paul Preston— que Franco tenía cierta admiración por Salazar, nada correspondida. “Para Franco, Salazar era demasiado modesto, de una simplicidad exagerada; y Salazar siempre vio con recelo al español, sobre todo durante la II Guerra Mundial por una posible entrada en el conflicto, lo que arrastraría a Portugal".

Salazar era un economista graduado en la universidad con 19 puntos sobre 20. “Se pasaba el día y la noche trabajando, conocía toda la maquinaria diplomática; él personalmente otorgaba los permisos de navegación a los británicos durante la guerra. Las vacaciones eran de días y en su pueblo natal [Vimeiro, donde está enterrado]”. Nada de yates ni salmones pescando su caña. A la hora de cesar a un ministro, enviaba una pluma.

En otro estudio de la Fundación Gulbenkian y del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, el 51% de los encuestados señaló que lo más importante de la historia del país había sido la Revolución del 25 de abril de 1974; muy por delante del golpe del 5 de octubre de 1910 (fin de la monarquía), con el 11%; la entrada en la Unión Europea (6%) o la independencia de España (5%). Pese a la mayor rigurosidad del estudio, resulta igual de chocante que 40 años de dictadura no dejen rastro.

En el centro del eximperio, la plaza del Comercio de Lisboa, discuten (mejor, debaten) de Salazar el empresario Paulo y el joven autónomo João. Ya solo los matices de ambos son un choque radical respecto a otros dictadores. “Yo nací con la Revolución del 25 de Abril”, dice João. “Estoy con la Revolución, pero veo que no resolvió todos los problemas”. “La Revolución nos trajo la Coca-cola”, recuerda Paolo, en la cincuentena, para subrayar la complejidad del personaje. “Una vez condenada su dictadura, hay que decir que Salazar era un intelectual. Sus discursos son muy interesantes. Nació pobre y murió pobre, que es algo muy portugués. Estaba en contra del consumismo, por eso prohibió la Coca-cola, pero no era antiyanqui pues Portugal fue miembro fundador de la OTAN”.

A su muerte, nadie enarboló el salazarismo. Su herencia ideológica es tan pírrica como la económica. “En los años treinta”, recuerda Ribeiro, “el Diario de la Mañana empleó la palabra salazarismo, y el dictador llamó para que se prohibiera la expresión". Él era anticomunista, republicano, y nacionalista, un nacional-pesimista. “No tiene gran confianza en el talento de los portugueses ni del mundo en general. Su idea era que los ciudadanos fueran cada día a trabajar y que por la noche regresaran con sus familias. La responsabilidad de las grandes decisiones la asumía él”.

Quizás es el personaje, más que su ideología, lo que habla de su singularidad. Su relación con las mujeres, la importancia de su ama de llaves, las gallinas empollando en medio de la residencia presidencial...

“Su arrogancia intelectual y orgullo le impidieron ver que estaba llevando a Portugal por un camino que cada vez le alejaba más del resto del mundo, sobre todo después del 45”, dice su biógrafo. La Guerra Fría le permitió alargar su régimen sin reformas, sin concesiones y con el imperio colonial; pero no encaró la transformación”.

La reciente crisis económica, la llegada de la troika (con lo que significó de pérdida de soberanía nacional), los recortes salariales, la dos intervenciones del FMI desde la Revolución del 25 de Abril, han hecho rememorar a los portugueses que eso, con Salazar, no habría ocurrido. Se encontró el país en bancarrota y cuadró las cuentas, algo inédito en la historia de Portugal. Para sorpresa de Estados Unidos, Salazar se empeñó en devolver el dinero del Plan Marshall. Fue el único país que lo hizo.

Ribeiro de Meneses no le excusa.“Se recordará de él que impidió el desarrollo económico y cultural del país. En los sesenta, en pleno avance de su vecina España, pronunció una frase lapidaria: 'El pueblo que no tenga miedo a la pobreza será imbatible'. Su herencia fue un país subdesarrollado con el mayor analfabetismo de Europa. El precio que se pagó por tener tranquilidad política fue altísimo”.

Ni Salazar confiaba en que quedara algo de sus 40 años de gobierno, como recoge Nogueira en sus diarios. Pensaba que había trabajado mucho, pero en demasiadas pequeñas cosas. Este pesimista compulsivo depositaba sus esperanzas de recuerdo en el puente rojo sobre el Tajo, el puente de Salazar. El mismo al que hoy se le conoce como el del 25 de Abril.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/07/27/actualidad/1406478913_445543.html


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