viernes, 29 de mayo de 2015

La peste - Albert Camus




Albert Camus , Mondovi, Argelia Francesa, 7 de noviembre de 1913 - Villeblevin, Francia, 4 de enero de 1960) fue novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista.
Link de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Albert_Camus

Interesante película documental  de audio francés (con la voz de Camus y comentarios de Jean-Louis Trintignant). Es de Jean Daniel y Joël Calmettes (1999).






La revista nexo de 2013 tiene muy buenos artículos.  Aquí les dejo los links


Roberto Braña, un conocedor de la vida y obra de Camus tiene varios videos  sobre el escritor.  Aquí algunos que nos interesarán ahora 

Camus: Escritor, periodista y Ensayista



Gabriel Andrade y Antonio Tinoco conversan sobre la vida y obra de Albert Camus








Del libro " Camus para principiantes" de David Mairowitz (1999) han extraido este texto interesante para el análisis de "La peste" 

Albert Camus Y “La Peste”. El Legado Del Último Humanista. Mayo 11, 2009


«Ningún pueblo puede vivir sin belleza. Sólo puede sobrevivir un tiempo. Y esta Europa que aquí muestra uno de sus rostros más persistentes se aparta de manera incesante de la belleza.»
Albert Camus 1913-1960

En 1943, cuando los nazis invadieron la llamada “Zona libre”, asumiendo así el control de la mitad meridional de Francia junto con la septentrional, Camus declaró que habían llegado “como las ratas”.
Y de hecho, las ratas constituyen la imagen central del comienzo de su novela clásica: La peste.
Orán, ciudad argelina del Mediterráneo donde el propio Camus había vivido un breve lapso, es descrita como la más “común” de las ciudades, un lugar “sin palomas, sin árboles ni jardines…un sitio neutral”.
Hay pueblos y ciudades en los que su gente tiene de tanto en tanto una vislumbre de algo más. Sin embargo, Orán parece ser una ciudad sin vislumbres, o sea, una ciudad totalmente moderna.
Nos hallamos en el ámbito de la tragedia griega. La ciudad es, de hecho, el personaje central de esta “crónica”, y su eje espiritual es su destino colectivo a manos de la naturaleza devastadora. Desde luego, Camus no esconde que Orán es una metáfora de la Francia ocupada y apartada de la civilización por “la peste” nazi; pero es asimismo la prueba suprema de la solidaridad frente a la muerte masiva en cualquier lugar del mundo.
En la peste no hay verdaderos protagonistas, y nadie sufre gran transformación espiritual en el curso de su desarrollo inexorable. Sólo hay una serie de personajes de variable importancia, conectados por el tema de la novela pero a los que no pueden considerarse representativos de un “relato” con “intrigas” entrelazadas. No es raro, por tratarse de Camus, que este grupo esté formado en su totalidad por hombre del continente europeo. En esta ciudad “argelina”, salvo por una referencia ocasional a sus condiciones sanitarias, no parece haber la más mínima huella de su población árabe.
En la mañana del 16 de abril, el Dr. Bernard Rieux dejó su consultorio y se topó con una rata muerta en el rellano de la escalera.

Estas ratas muertas se multiplican a un ritmo alarmante, y provocan inevitablemente la primera muerte humana, la del encargado del edificio donde trabaja Rieux. Pero lo más difícil es declararla una “peste” lo cual significa admitir oficialmente su existencia y tener que enfrentar las consecuencias de dicha admisión. Rieux es llamado a declarar ante la Comisión Sanitaria de la jefatura de policía.
-Dígame la verdad:¿Está seguro de que es una peste?
-No es una cuestión de vocabulario, es una cuestión de tiempo.
Al día siguiente las autoridades difunden breves noticias por la ciudad, adoptando ciertas medidas de precaución, pero para Rieux son insuficientes. Advierte que “no se quiere perturbar a la opinión pública”. Va a visitar a Grand, un funcionario del gobierno, quien le cuenta que tuvo “un curioso incidente en una tabaquería”…El dueño del local le narró un caso reciente en que un joven empleado había sido arrestado por matar a un árabe en una playa.
Cottard, el fugitivo de la justicia, también retoma este tema al comentar una novela que estaba leyendo…
Una mañana, un pobre tipo es arrestado, eso es todo. Se ocupan de su caso, pero él no sabe nada de nada. Todo el mundo empieza a hablar de su caso hasta que de pronto tiene un prontuario…
Mientras la vida diaria sigue su curso corriente, la peste comienza a convertirse en un aspecto “normal”. Llega la primavera a Orán.
Pero ya es imposible disimular su gravedad…
Cuando los habitantes de la ciudad quedan enclaustrados en ella, la peste se torna “asunto de todos”, aun de aquellos que se negaban a reconocer su existencia o a llamarla por su nombre. Como tomar partido en la Francia de Vichy, pasa a ser un problema moral urgente: hay que luchar contra la enfermedad por todos los medios o resignarse a su carácter inevitable.
Orán queda desconectada del resto del mundo y los decretos vinculados con la peste se vuelven draconianos. Se prohíbe entrar a la ciudad o salir de ella bajo ninguna circunstancia y el envío o recepción de correspondencia, por temor al contagio. La multitud se congrega en la estación ferroviaria con la esperanza de huir.
Los habitantes de Orán quedan virtualmente “prisioneros”, obligados a vivir sólo de recuerdos. El puerto de la ciudad está desierto. Ya no corren trenes. La única forma de hacer frente a este “feriado forzoso” es “hacerlos correr con la imaginación” Peor aún, la presencia permanente del sufrimiento lleva a la gente a “aceptar” de mala gana la presencia de la enfermedad, como Mersault debió “aceptar” su propia ejecución.
Un hecho curioso – y muy francés – es que los cines siguen llenos, aunque después de un tiempo se proyecta en ellos una y otra vez la misma película.
En verano, la ciudad parece un campo de concentración.
«Se dictará prisión para quien pretende abandonar la ciudad».
«Cerrado por la peste».
«Beber vino mata los gérmenes».
«No hay más café.»
En los transportes públicos, la gente se aparta para no contagiarse.
Rieux representa el aspecto práctico de Camus, en tanto que otro personaje Tarrou, es su conciencia social, en perpetua rebelión contra las fuerzas de Tánatos (la muerte). Sin embargo, en varios sentidos son intercambiables; ambos libran la misma lucha. Son hermanos del alma, y Camus como escritor se ve en problemas para distinguir uno del otro. Sus “debates” son los que tienen lugar dentro del autor.
Reconociendo que las autoridades “carecen de imaginación” para abordar el problema de la peste, Tarrou le ofrece sus servicios a Rieux.
Decidido a combatir la peste merced a la nueva solidaridad del trabajo común, Camus amplía su metáfora primitiva para incluir a la Resistencia contra la ocupación nazi. Su labor en el periódico Combat fue paralela a su redacción de La peste, a punto tal que muchos párrafos de sus artículos combativos fueron tomados de la novela o viceversa.
Más tarde La peste daría pábulo a polémicas políticas. ¿Era suficiente la “solidaridad” o la buena voluntad para luchar contra el mal? La mentalidad voluntarista de una Cruz Roja, ¿basta como solución contra el facismo? Y al definir la inhumanidad nazi en términos de una plaga “natural”, ¿no se convertía a la “resistencia” en un eslógan vacío, que confundía a los torturadores con los bacilos?
En la práctica, Camus elimina toda oposición real a la Lucha Digna. En esta obra monumental, el único conflicto real que se plantea es entre los hombres y la peste. Las diferencias que existen entre los personajes son mitigadas o simplemente desechadas por Camus, que era a menudo un gran escritor pero rara vez un buen narrador.
Se suspenden todos los servicios funerarios y los cementerios se llenan con cal viva.
Pero cuando las tumbas ya no tienen más cabida, las autoridades se ven forzadas a cremar los cadáveres. Aquí, Camus no deja dudas sobre sus referencias históricas, aunque muchos de sus compatriotas decían ignorar la existencia de las cámaras de gas de los nazis.
Y lo que es aún más macabro…
El interior de los tranvías, que dejaron de ser usados como medio de transporte público, «fue adaptado para su nueva finalidad, se sacaron los asientos y la línea llevaba ahora directamente a su punto terminal, el crematorio…Y cada noche se veía pasar extrañas caravanas de tranvías sin pasajeros, rechinando por encima del mar…»
Confrontados con la supremacía de la muerte, los habitantes se resignan a su destino e inician “un largo sueño” en el que “no se parecen a nada” y donde la peste suprimió “todos los juicios de valor”, todas las ilusiones, y en especial la memoria.
En el otoño la peste ataca los pulmones, y en esto Camus confiesa el riesgo que corre su propio cuerpo. Como para aportar su bagaje personal a esta grandiosa metáfora, convierte un querido estadio de fútbol en una mezcla de enfermería y campo de concentración. Sin duda, es una alusión al célebre Vélodrome d’Hiver de París, donde miles de judíos fueron congregados en 1942 antes de ser deportados a Auschwitz por vía del campo de concentración de Drancy.
El vínculo entre Tarrou y Rieux se estrecha y Tarrou/Camus relata a Rieux/Camus (una vez más) la horrenda escena en la que su padre asistió a una ejecución pública. Frente a la muerte en masa, Camus da un paso al frente para criticar la pena capital, la eliminación por el Estado de un solo individuo, al que denomina “el más abyecto de todos los crímenes” Otra vez, los detalles macabros lo horripilan y fascinan…
¿Sabías que el pelotón sólo está separado del condenado por un metro y medio? ¿Que si éste avanzara dos pasos tendría los rifles contra su pecho? ¿Que los disparos se concentran en el corazón y hacen un agujero lo bastante grande como para meter el puño?
Tarrou habla en nombre de Camus al declarar:«Rechazo todo aquello que, con buenas o malas razones, lleva a la muerte o justifica la muerte de alguien».
Y como para santificar su unión, Camus lleva a los amigos a realizar un acto ritual sagrado, un baño nocturno en un lugar mítico: el Mediterráneo de Argelia.
Esta escena fundamental ha sido interpretada de muchas maneras. Algunos críticos pusieron (innecesariamente) un acento excesivo en su evidente homosexualidad, que es sobre todo fraternal. Pero tiene un significado profundamente personal, ya que en ella, la única escena de paz de la novela, el autor pudo hacer confluir las dos partes conflictivas de sí mismos.
Por unos minutos avanzaron al mismo ritmo y con igual vigor, solitarios, lejos del mundo, libres al fin de la ciudad y de la peste.
A fines de ese año, se ven otra vez por las callejuelas ratas vivas, signo de que se está acabando con la peste.
Lentamente la vida retorna a Orán, y, cosa curiosa, en ese momento Tarrou comienza a debilitarse.
La peste reaparece cuando nadie ya la esperaba, eludiendo todas las estrategias montadas contra ella. Y una vez más, hizo cuanto pudo para sorprendernos.
Tras la muerte de Tarrou, Rieux recibe un telegrama donde se le informa que su esposa, quien había abandonado la ciudad antes de la peste, también murió en una clínica lejana. Toma esta noticia con “calma”.
Al fin se reabre las puertas de la ciudad y hay baile en las plazas.
La peste es rápidamente olvidada por los que quieren retomar su antigua vida, como quienes al término de la guerra se opusieron a la famosa “purificación”.
Rieux admite haber sido durante todo ese tiempo el “narrador secreto” de la crónica, a fin de mantener separada su vida personal del comentario presuntamente objetivo. Ve cómo la vida recobra la “normalidad”…
…pero sólo él sabe lo que la multitud ignora: «que el bacilo de la peste nunca muere o desaparece, que puede permanecer dormido por décadas en los muebles y en la camas, aguardando pacientemente en los cuartos, los sótanos, los cajones, los pañuelos y papeles, y quizás un día, sólo para enseñarles a los hombres una lección y volverlos desdichados, la peste despertará a sus ratas y las enviará a morir en alguna ciudad feliz».
Roland Barthes (1915-1980) vio en la novela el comienzo del periodo de soledad de Camus. Después de la guerra declaró que “el mundo de Camus es un mundo de amigos, no de militantes” Camus le replicó diciendo que “si existe una evolución desde El extranjero hasta La peste, debe hallársela en el sentimiento de solidaridad y de participación”. Solidaridad, participación, reconciliación, fueron las palabras claves del Camus posterior a la contienda quien antes de los 40 años ya se había erigido en una suerte de “viejo estadista” dentro de Francia y para quien desde entonces la reconciliación tuvo más peso que la militancia.
Este nuevo “conservadorismo” de Camus no careció de ironías y contradicciones. Después de todo, seguía siendo el director de Combat, donde se había declarado que la Francia liberada no podía seguir en manos de las fuerzas del dinero, y se había reemplazado la palabra “resistencia” por “revolución”. Sin embargo, su postura (a menudo atacada por entonces) no es fácil de valorar y ha dado origen a muchos equívocos. Camus perteneció siempre a la tradición de los grandes humanistas franceses, y su infancia lo había predispuesto a una perspectiva del mundo muy distinta de la que era típica en la élite intelectual izquierdista de parís. El sufrimiento a que asistió durante la guerra lo convención de que sus viejas ideas debían ser revisadas, pero un análisis más fino revela en él una congruencia moral, que se remonta a sus primeros ensayos periodísticos en favor de los oprimidos de Argelia.
Mientras que la mayoría de los periodistas y escritores europeos permanecieron callados o acogieron con beneplácito el horrible método elegido por Estados Unidos para poner fin a la guerra con Japón el 6 de agosto de 1945, Camus habló claro:
La civilización mecanizada acaba de alcanzar su más alto grado de salvajismo…Hay cierta indecencia en celebrar un descubrimiento que está al servicio, ante todo, de la mayor furia destructiva que el hombre conoció por siglos.




Una noche fueron Rieux y Tarrou a la casa de Rambert: 

"Por la noche, cuando entraron en el cuarto de Rambert, este estaba echado.  Se levantó, llenó los vasos que tenía preparados.  Rieux, tomando el suyo, le preguntó si todo estaba en buen camino. Rambert dijo que después de haber dado vuelta en redondo había llegado al punto de partida y que todavía le esperaba una cita más. Bebió y añadió: 
-Naturalmente no vendrán. 
-No hay por qué sentar un principio -dijo Tarrou. 
- Ustedes no han comprendido todavía -observó Rambert alzando los hombros. 
-Que?
-La peste. 
-Ah! -dijo Rieux. 
-No, ustedes no han comprendido que su mecanismo es recomenzar. 
Rambert fue a un rincón del cuarto y abrió un pequeño gramófono. 
-Que disco es ese? -preguntó Tarrou-, creo que lo conozco. 
Rambert respondió que era Saint James Infirmary." 






Una crítica "Sartreana" a La Peste. Interesante artículo con una mirada crítica desde el punto de vista filosófico de un sartreano. 


Les dejo aquí algunos párrafos que me parecieron interesantes: 

Comencemos  por  formular  preguntas.  Si  es verdad que Orán  representa al mundo en general,¿cómo  debe entenderse  esto?  ¿Y  cómo puede representar al  universo?  ¿Cómo puede una sociedad en  la que algunas personas están separadas y en  la que quienes no lo están no pueden comunicarse,  representar a una sociedad en la que esto  no es obviamente  lo  que  ocurre?  ¿Cómo  puede una sociedad despojada de dos de las  tres dimensiones del tiempo representar a una  sociedad que conoce el pasado y el  futuro, así como el presente?
De varias maneras sería posible lo anterior. La Peste podría  ser  un  enunciado  ontológico, como Hub  clos  o Les Mouches  de  Sartre,  que  no  tiene que ver primordialmente  con las  apariencias sino  con las  leyes normalmente invisibles, o el lenguaje de las apariencias; pero,  salvo  en  su  manera de  tratar el tiempo,  que es ambigua (punto que volveré a considerar más  adelante), no parece ser éste el caso: el libro nos  señala, antes bien, cosas de  las que ya tenemos conciencia, como la muerte y  la alienación, pero  sobre  las  cuales  normalmente no  nos gusta reflexionar.  Indudablemente,  al  dirigir sobre  ellas su  rayo  de  luz, pone al descubierto algunas verdades difíciles de tragar, de las que la mayoría de nosotros no estaba, o no plenamente,  consciente (como la  de  que  nos  alienamos  a nosotros mismos  en  la lucha contra la  alienación, en la lucha por la autenticidad; y  que  todos  somos portadores potenciales, ya  que  no  actuales, de  la  peste, es  decir, tratantes de  la muerte);  pero nada  hay aquí  que  trascienda las limitaciones empíricas de  la visión  de cualquier observador  inteligente. 
De varias maneras sería posible lo anterior. La Peste podría  ser  un  enunciado  ontológico, como Hub  clos  o Les Mouches  de  Sartre,  que  no  tiene que ver primordialmente  con las  apariencias sino  con las  leyes normalmente invisibles, o el lenguaje de las apariencias; pero,  salvo  en  su  manera de  tratar el tiempo,  que es ambigua (punto que volveré a considerar más  adelante), no parece ser éste el caso: el libro nos  señala, antes bien, cosas de  las que ya tenemos conciencia, como la muerte y  la alienación, pero  sobre  las  cuales  normalmente no  nos gusta reflexionar.  Indudablemente,  al  dirigir sobre  ellas su  rayo  de  luz, pone al descubierto algunas verdades difíciles de tragar, de las que la mayoría de nosotros no estaba, o no plenamente,  consciente (como la  de  que  nos  alienamos  a nosotros mismos  en  la lucha contra la  alienación, en la lucha por la autenticidad; y  que  todos  somos portadores potenciales, ya  que  no  actuales, de  la  peste, es  decir, tratantes de  la muerte);  pero nada  hay aquí  que  trascienda las limitaciones empíricas de  la visión  de cualquier observador  inteligente. 
los destinos de los diferentes protagonistas podrían entenderse  como  un  comentario  de  sus  actos.  Es éste,  sin  duda, un  comentario que debe tomarse en serio; pero, al  igual  que la interpretación exclusivamente moral de Huis clos, tiene un grave defecto, a saber, el de que el cuadro que nos pinta  la narración se  nos  da  esencialmente  como una  representación válida de  la realidad en algunos de sus aspectos más universales, y  no  simplemente como un  fondo contingente para  la  realización de dispersas aseveraciones cargadas de sabiduría. 
Lo  que tenemos  en  La Peste no  es  de hecho una aseveración ontológica; y tampoco, primordialmente, una fábula moral, sino una situación-límite; 
pero es una situación-límite concebida según directrices  muy  distintas  de  los principios enunciados por  Sartre en sus observaciones  sobre una literatura de  situaciones extremas,  pues, mientras  que  para Sartre  las  personas colocadas en  situaciones extremas  se eligen a sí mismas  libremente, y al hacerlo ayudan a crear realmente la situación para sí mismas (y si es simplemente extremo y noun límiteúitinno, por  su  elección  lo modificarán, aunque sea  ligeramente, para otros), la plaga es vista, por Tarrou, pero al parecer también por  Camus, como una oportunidad para  que  la  gente  se  percate de  su  esencial bondad frente a algo que simplemente es:  la crónica refleja al mundo real, dicho de otra manera, sólo de acuerdo con una visión existencialista de la naturaleza humana y de la realidad externa. 
Es en el concepto de la situación-límite donde tenemos nuestra respuesta a  las preguntas que  formulamos anteriormente. La separación y la falta de 
comunicación se encuentran en cualquier sociedad, pero sólo en situaciones extremas suelen reconocerse. Cabe señalar que estas  cosas van de  la mano con un  sentido reforzado  de  la  solidaridad humana, y aquí  tenemos  un  símbolo de  esa  solidaridad en  la soledad  que  tanto  para  Camus  como para  Sartre es parte integrante de la condición humana...
...hay  algo muy peculiar en  el exilio de los ciudadanos de Orán: virtualmente todos  ellos se sienten exiliados a consecuencia de que un  ser querido o varios seres queridos han quedado separados de  ellos  a  causa del  cierre de  la  ciudad. 
Ahora  bien, literalmente hablando, una separación de  esta clase, a tal  escala universal, sería por demás implausible.  ¿Qué  es  lo  que puede significar? Para que encaje en la estructura general de la  interpretación que he  adoptado hasta ahora  esta separación sólo  puede  significar  que siempre  estamos separados  de  los  seres queridos, pero que  se  necesita un desastre como la plaga para darnos cuenta de esto. 
Pero,  ¿en  qué  sentido debemos  entender  aquí  la noción de separación? ¿Es  una  separación espiritual, una incapacidad de comunicarse? Si  duda no, porque  Camus  distingue  entre  la  separación  física de los  seres queridos y  la falta de comunicación, que la acompaña, entre  los que se quedan en la ciudad.
... Al  decir que  la sociedad cerrada es  la “verdad” de todas las sociedades, sin  exceptuar  a  las  abiertas, no  deseo implicar que no haya importantes diferencias entre ellas.  Cerrar  una  sociedad, podría  argüiise,  es  aumentar la presión que toda sociedad  ejerce sobre sus miembros hasta el extremo  de  que se convierte en violencia  o  terror, algo cualitativamente diferente. Esto se efectúa tan sólo cuando una sociedad tiene, como sociedad, una  finalidad o conjunto  de finalidades que ha definido claramente y está decidida a alcanzar. La tarea de definir los fines y hacer cumplirlos  no  tiene  que  ser, por supuesto, más  que el cometido de un  grupo dirigente, como ocurre  con frecuencia en la práctica. Pero hay maneras humanas  e  inhumanas de  imponer el cumplimiento;  y en ello estriba la diferencia entre las sociedades totalitarias y  las  meramente autoritarias. Orán, aunque cerrada, no es  totalitaria. Rieux, por  ejemplo, aun cuando no  esté dispuesto a auxiliar a la  ilegalidad de ninguna manera, está dispuesto en  el  fondo de su  corazón a tolerar excepciones a las regulaciones de  cuarentena, como vemos en el caso de Rambert; 
y  su  actitud debe explicarse en parte por su  humildad a-totalitaria al negar que posea un conocimiento irrebatible de la verdad.

... en  tal sociedad,  ¿de qué estamos separados? Sin duda, en el  sentido más general, estamos separados de nuestros  ideales personales, los cuales,  en  la medida en que se nos permite  tener algunos, deben quedar estrictamente subordinados a razones de bien general; pero, en Última instancia, sólo los ideales personales hacen que  la vida valga la pena de ser vivida, aparte de que son la raíz de cualesquiera  proyectos universales  que una sociedad desee adoptar. Sin duda,  esto es  lo  que  explica  las  referencias a  la generosa de manda de  felicidad y  al egotismo del  amor:  la renuencia de  Rieux a condenar a Rambert por tratar de  escapar  del  cerco  y  reunirse  con  la mujer que ama. 


He dicho  que, para Camus, la ciudad cerrada de Orán  representa  no sólo a la sociedad política sino también al universo. ¿Cómo  puede ser esto‘! El 
hecho es que, para Camus, el universo está cerrado. “Significar”,  dice Sarte,  “es indicar otra cosa”. Pero, según Camus, Dios  no  existe,  y fuera  del universo nada hay; de modo que lo que es no puede señalar a nada fuera de sí mismo. Por supuesto,  las diferentes  partes de la realidad pueden significarse unas a otras; pero para que el significado exista, en última instancia, tendría  que existir algo fuera de lo que es; a falta de lo cual estamos condenados, como los ciudadanos  de Orán,  a  caminar  en  círculos. 


Como  desea  que  La Peste  sea  una crónica, Camus emplea una técnica excepcional: en vez de adoptar la postura del autor omnisciente o de hacer 
que la historia nos la cuente en primera persona un protagonista, hace que la relate un hombre que ha desempeñado un papel  decisivo en  la lucha, pero que escribe de sí mismo en tercera persona, y que recatadamente revela  8u  identidad como narrador, para beneficio de aquellos para los cuales no ha sido obvio desde mucho antes, unas cuantas páginas antes  de terminar el libro. Esto es lo que dice en justificación  de  lo  que  califica  de  “tono  del testigo objetivo”...
...nuestro testigo objetivo tiene una  metafísica y  un conjunto de  valores; y  es  su  deseo  de  identificarse  con sus prójimos sufrientes  lo que nos explica su  modestia y  también, indudablemente, su  “democrática” atenuación  del heroísmo. Lo  que  tenemos, en efecto, a  lo largo  del  libro  no  es meramente un  narrador que prefiere  ocultar su  identidad, sino una metafísica, una ética y  un  arte que simulan ser diferentes 
de lo  que son. Al escribir acerca de sí  mismo en  tercera persona,  Rieux  no ha conseguido alcanzar la “objetividad”: simplemente se ha  objetificado a sí mismo. 

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