jueves, 8 de agosto de 2013

La voz a ti debida - Pedro Salinas

"La voz a ti debida" es la obra más significativa de Pedro Salinas. Su título procede de la Égloga III de Garcilaso (mas con la lengua muerta y fría en la boca / pienso mover la voz a ti debida?). En esta obra se narra el encuentro del amor y el deseo del poeta por desvelar la esencia de la amada, que se oculta tras su apariencia.














El dolor en el amor
La reflexión sobre el amor presente y feliz lleva al poeta a sentir la inquietud de perder a la amada, a pensar en el dolor futuro y en la separación. «Lo más seguro es el adiós», dice el poeta en Razón de Amor. El amor es una fuerza desestabilizadora que transforma y crea de nuevo el mundo («amor, amor, catástrofe»), que está en constante evolución y exige una renovación continua:

Miedo. De ti. Quererte
 es el más alto riesgo.
 Múltiples, tú y tu vida.
 Te tengo, a la de hoy
 ya la conozco, entro
 por laberintos, fáciles
 gracias a ti, a tu mano.
 Y míos, ahora, sí.
 Pero tú eres
 tu propio más allá,
 como la luz y el mundo:
 días, noches, estíos,
 inviernos sucediéndose.
 Fatalmente, te mudas
 sin dejar de ser tú,
 en tu propia mudanza,
 con la fidelidad
 constante del cambiar.
 Di: ¿podré yo vivir
 en esos otros climas,
 o futuros, o luces
 que estás elaborando,
 como su zumo el fruto,
 para mañana tuyo? […]


El amor en el dolor
Si Salinas en la felicidad percibe el dolor, en el análisis del sufrimiento encuentra también una muestra de la alegría, de una vida mejor a la que el poeta siempre aspira:
  
No quiero que te vayas
 dolor, última forma
 de amar. Me estoy sintiendo
 vivir cuando me dueles
 no en ti, ni aquí, más lejos:
 en la tierra, en el año
 de donde vienes tú,
 en el amor con ella
 y todo lo que fue.
 En esa realidad
 hundida que se niega
 a sí misma y se empeña
 en que nunca ha existido,
 que solo fue un pretexto
 mío para vivir.
 Si tú no me quedaras,
 dolor, irrefutable,
 yo me lo creería;
 pero me quedas tú.
 Tu verdad me asegura
 que nada fue mentira.
 Y mientras yo te sienta,
 tú me serás, dolor,
 la prueba de otra vida
 en que no me dolías.
 La gran prueba, a lo lejos,
 de que existió, que existe,
 de que me quiso, sí,
 de que aún la estoy queriendo.


El amor y sus signos
Los símbolos en la obra adquieren distintos significados. Lo horizontal representa lo verdadero, la realidad escondida. Lo vertical es, en cambio, signo de lo falaz y de la apariencia porque es de pie como se relaciona socialmente el hombre. Lo mismo ocurre con el movimiento y la falta de equilibrio, que expresan la continua y necesaria renovación del amor:
  
Horizontal, sí, te quiero.
 Mírale la cara al cielo,
 de cara. Déjate ya
 de fingir un equilibrio
 donde lloramos tú y yo.
 Ríndete
 a la gran verdad final,
 a lo que has de ser conmigo,
 tendida ya, paralela,
 en la muerte o en el beso.
 Horizontal es la noche
 en el mar, gran masa trémula
 sobre la tierra acostada,
 vencida sobre la playa.
 El estar de pie, mentira:
 solo correr o tenderse. […]


Los nombres y la identidad de los amantes
En la obra de Salinas, el nombre representa la imagen ante los otros, un límite ficticio para los amantes, incompatible con su transformación permanente. Frente a ellos, los pronombres significan el ser verdadero, despojado de las convenciones y falsedades:

Para vivir no quiero
 islas, palacios, torres.
 ¡Qué alegría más alta:
 vivir en los pronombres!
 Quítate ya los trajes,
 las señas, los retratos;
 yo no te quiero así,
 disfrazada de otra,
 hija siempre de algo.
 Te quiero pura, libre,
 irreductible: tú.
 Sé que cuando te llame
 entre todas las gentes
 del mundo,
 solo tú serás tú.
 Y cuando me preguntes
 quién es el que te llama,
 el que te quiere suya,
 enterraré los nombres,
 los rótulos, la historia.
 Iré rompiendo todo
 lo que encima me echaron
 desde antes de nacer.
 Y vuelto ya al anónimo
 eterno del desnudo,
 de la piedra, del mundo,
 te diré:
«Yo te quiero, soy yo».


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